"¿Es totalmente imposible combinar las actividades placenteras de la civilización con el mínimo de franqueza requerida para satisfacer la voz de la conciencia? La respuesta sigue pendiente en estos momentos." (p. 128)
Diario de una dama de provincias es una amena y divertida secuencia de anotaciones diarísticas que E.M.Delafield publicaba en una revista feminista de los años 30 y que, posteriormente, fueron recogidas en este libro.
Se trata, por tanto, de las vicisitudes de una mujer de clase media escritas en clave de humor. Encontramos, también, reflexiones acerca de la hipocresía circundante, del papel de la mujer, de la vida doméstica muy especialmente, representada ésta en la figura de los bulbos de jacinto, que inauguran las páginas de esta novela y son un tema recurrente a lo largo y ancho de la misma.
"Planto los bulbos de interior. Cuando llevo cerca de la mitad, aparece lady Boxe. Digo que estoy encantada de verla, aunque no es verdad (...) ¿No sabía que era muy tarde para los bulbos de interior?, me pregunta."
La autora, con una mirada escrutadora a su entorno, observa la hipocresía -y las miserias humanas- que retrata con gran sarcasmo.
"Robert lleva a los niños de vuelta después de cenar, y me siento en el salón del hotel con otras madres y hablamos sobre nuestros propios chicos con tono algo despectivo y sobre los de las demás con gran entusiasmo." (p. 12)
El sarcasmo es un recurso que utiliza también en esa observación hacia sí misma de la que hace gala a lo largo de sus anotaciones.
"He ganado el primer premio en el certamen de Time and Tide, pero vuelve a ser ex aequo. Estoy enfadadísima. Escribo una carta excelente a la editora, con un nombre falso, para protestar por tan injusta costumbre. Cuando ya la he enviado, me siento presa de una tremenda inquietud por temor de que sea ilegal utilizar un hombre falso." (p. 63)
"Por fin salgo [de la peluquería], más o menos irreconocible y muy mejorada. Pierdo al cabeza y me compro base de maquillaje, colorete, polvos y pintalabios. Preveo grandes dificultades para reconciliar a Robert con el uso de dichos artículos, pero decido no pensar en eso ahora mismo." (p. 87)
Sus participaciones en el Instituto de la Mujer no tienen desperdicio y son fuente de risas a lo largo de toda la novela.
Robert, el marido, práctico hasta la indiferencia. El suyo es un matrimonio sumido en una apática rutina.
"He reparado a menudo en una curiosa falsa creencia muy extendida entre los hombres, la de que nunca, bajo ningún concepto, deben mostrarse amables y comprensivos cuando se trata de los pequeños disgustos y contratiempos que nos depara la vida." (p. 167)
Subyace, en este recorrido, de página a página, un cierto desencanto por la vida 'doméstica', la nostalgia de una vida deseada contrapuesta a la vida real.
"(...) me anuncia [la cocinera] que ha llegado el pescadero, pero que solo trae bacalao y abadejo, y que como el abadejo no está muy fresco por cómo huele, ¿qué me parece el bacalao? He reparado muchas veces en que la vida es así." (p. 68)
" (Duda, básicamente retórica: ¿Por que´la gente dice tantas veces de las mujeres casadas, con hijos y sin profesión que llevamos una vida <<desahogada>>? No encuentro respuesta)" (p. 171)
"Planto los bulbos de interior. Cuando llevo cerca de la mitad, aparece lady Boxe. Digo que estoy encantada de verla, aunque no es verdad (...) ¿No sabía que era muy tarde para los bulbos de interior?, me pregunta."
La autora, con una mirada escrutadora a su entorno, observa la hipocresía -y las miserias humanas- que retrata con gran sarcasmo.
"Robert lleva a los niños de vuelta después de cenar, y me siento en el salón del hotel con otras madres y hablamos sobre nuestros propios chicos con tono algo despectivo y sobre los de las demás con gran entusiasmo." (p. 12)
El sarcasmo es un recurso que utiliza también en esa observación hacia sí misma de la que hace gala a lo largo de sus anotaciones.
"He ganado el primer premio en el certamen de Time and Tide, pero vuelve a ser ex aequo. Estoy enfadadísima. Escribo una carta excelente a la editora, con un nombre falso, para protestar por tan injusta costumbre. Cuando ya la he enviado, me siento presa de una tremenda inquietud por temor de que sea ilegal utilizar un hombre falso." (p. 63)
"Por fin salgo [de la peluquería], más o menos irreconocible y muy mejorada. Pierdo al cabeza y me compro base de maquillaje, colorete, polvos y pintalabios. Preveo grandes dificultades para reconciliar a Robert con el uso de dichos artículos, pero decido no pensar en eso ahora mismo." (p. 87)
Sus participaciones en el Instituto de la Mujer no tienen desperdicio y son fuente de risas a lo largo de toda la novela.
Robert, el marido, práctico hasta la indiferencia. El suyo es un matrimonio sumido en una apática rutina.
"He reparado a menudo en una curiosa falsa creencia muy extendida entre los hombres, la de que nunca, bajo ningún concepto, deben mostrarse amables y comprensivos cuando se trata de los pequeños disgustos y contratiempos que nos depara la vida." (p. 167)
Subyace, en este recorrido, de página a página, un cierto desencanto por la vida 'doméstica', la nostalgia de una vida deseada contrapuesta a la vida real.
"(...) me anuncia [la cocinera] que ha llegado el pescadero, pero que solo trae bacalao y abadejo, y que como el abadejo no está muy fresco por cómo huele, ¿qué me parece el bacalao? He reparado muchas veces en que la vida es así." (p. 68)
" (Duda, básicamente retórica: ¿Por que´la gente dice tantas veces de las mujeres casadas, con hijos y sin profesión que llevamos una vida <<desahogada>>? No encuentro respuesta)" (p. 171)
Una obra, en suma, que lleva a la risa y a la reflexión a partes iguales.
Isabel Rojas.
- La autora.
"E. M. Delafield (1890–1943) fue una prolífica y famosa escritora inglesa. Hija de la novelista Mrs. Henry de la Pasture, decidió utilizar el seudónimo de E. M. Delafield para diferenciarse de ella.
Recibió una educación clásica y victoriana y en 1911 entró como postulante en un convento belga, cuya experiencia relató en The Brides of Heaven (1931).
En 1919 se casó con Paul Dashwood, un ingeniero de caminos convertido en administrador de propiedades con el que viviría varios años en el Sureste asiático hasta que se instalaron en Croyle, Devon, donde nacieron los dos hijos del matrimonio y Delafield escribió muchas de las más de treinta novelas por las que sería recordada.
En 1929, la editora de la liberal y feminista revista semanal Time and Tide le pidió que colaborara con una columna. Así nació Diario de una dama de provincias, el divertidísimo relato, parcialmente autobiográfico, de las miserias y fortunas de una dama en una ciudad de provincias. El éxito fue inmediato, las columnas fueron recogidas en hasta cuatro volúmenes que la convirtieron en una de las novelistas más populares y queridas de su época. En 1930 se publicó Diario de una dama de provincias, dos años después The Provincial Lady Goes Further; en 1933 se reunieron en el volumen The Provincial Lady in America, las columnas en las que relataba su experiencia en Estados Unidos de gira literaria, columnas que además aparecieron en la revista americana Punch. Y finalmente The Provincial Lady in Wartime, que se publicó en 1940. Asimismo, también se realizó una serie radiofónica de sus columnas popularizada por la radio británica."
[Fuente: aquí]
2 comentarios:
He disfrutado mucho con esta lectura.
Sí, yo también la he disfrutado,muy amena. Me ha gustado mucho el humor del que hace gala la escritora en esta obra.
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