El parque, Marguerite Duras.

"Porque lo que hace soportable el tener que pensar más que otros en el cotidiano sustento (...) es el dejarlo de hacer a partir del momento en que ese sustento se ha asegurado ya, es decir, cuando se ha conseguido comer por ese día. Si una vez alimentado uno se pusiera a pensar en la próxima comida sería para volverse loco."

Dos personas desconocidas se encuentran en un parque, en París, y se inicia una de esas conversaciones casuales, como las que pueden surgir en la parada del transporte público -se me ocurre- y que suelen ser acaso superficiales, triviales...¿suelen serlo?

El caso es que estamos ante Marguerite Duras y en ella nada, absolutamente nada, es superficial. Muy al contrario, Duras se sumerge en las profundidades del ser humano, en su calidad de superviviente, ahondando en el mundo emocional. De modo que, sumergidas en esa complejidad, se teje este encuentro, a propósito del que surge una conversación en la que se abordan temas como la muerte, la soledad, las aspiraciones personales y profesionales, etc. 

"Con el tiempo que tiene uno que pararse en las carreteras, en los trenes, en los jardines públicos, a fuerza de tener tanto tiempo para pensar un poco en todo se termina por encontrar justificación a la existencia que uno lleva." (p. 23)

Ella, una joven empleada de hogar; él, vendedor ambulante. Ambos tienen un sentimiento de resignación con respecto a sus vidas, aunque con matices diferentes. Mientras ella asume que sólo la llegada de un hombre resolverá su situación, él asume su trabajo (viajes constantes y poco sueldo) con entera resignación. Ella tiene sueños, pero no son suyos; él ha renunciado a sus sueños. Matices. 

"¿Así pues, usted viaja con la misma constancia con que yo permanezco en el mismo sitio?" (p. 25)




En definitiva, dos soledades que se encuentran, se reconocen. Bálsamo momentáneo para la desesperación. Desesperaciones que cada cual vive a su modo: ella la mantiene acogida en su seno con cierta serenidad, con aparente resignación; él no es consciente de la suya hasta que la verbaliza, y es entonces cuando siente su peso.

"(...) pero es después que se hace fastidioso, después de hablar. Después, el tiempo pasa demasiado despacio. Tal vez fuera mejor que no hablásemos nunca." (p. 116)

Cada cual en su burbuja de anhelos e imaginaciones. Aferrados a un futuro que les ayuda a la vez que les impide vivir el presente, especialmente en el caso de ella. "Para mí el presente no es nada; un desierto", dice ella. Soledades que son ahuyentadas en el momento de compartirse para, luego, volver a su cubículo.

"-¿Pero cómo quiere usted que aprenda a interesarme por las cosas actuales si estoy extenuada de esperar las de mañana? No tendría paciencia para fijarme en lo nuevo." (p. 92)

Leer a Marguerite Duras es llegar a la última página, cerrar el libro y, sin embargo, seguir leyendo. Es sumergirte con ella en las propias profundidades. Es silencio. Es pensar el vacío. 

Isabel Rojas Hernández.


  • Marguerite Duras (Gia Dinh, Vietnam, 1914-París, 1995).


"Escritora francesa. Las experiencias que vivió junto a su madre en Indochina, donde residió hasta 1932, le inspiraron la novela Un dique contra el Pacífico, con la que se dio a conocer en 1950, tras publicar varias novelas de escaso éxito. En París participó en la Resistencia, por lo que fue deportada a Alemania. 

Una vez terminada la contienda, inició su intensa actividad en los campos del periodismo, la novela, el teatro y el cine, y escribió y dirigió varias películas y obras teatrales. Encuadrada inicialmente en los moldes del neorrealismo de posguerra (Los caballitos de Tarquinia, 1953) y afín al movimiento existencialista, se acercó despues a los postulados del <<nouveau roman>>, aunque sus novelas no se limitan nunca al mero experimentalismo, sino que dejan traslucir un aliento intensamente personal y vivido, como sucede con Moderato Cantabile. 

Rincón de escritura de Duras.
Fuente. 

Escribió el guión de la célebre película Hiroshima, mon amour (1958), dirigida por Alain Resnais con gran éxito. Los temas de Duras fueron siempre los mismos: el amor, el sexo, la muerte, la soledad. En 1969 publicó Destruir, dice y dos años después El amor (1971), que anticipa en ciertos aspectos su obra más celebrada, El amante (1984), ganadora, entre otros, del Premio Goncourt.

Al año siguiente apareció el relato con fondo autobiográfico El dolor, que fue escrito en 1945, y en 1990 su última novela, La lluvia de verano. La agitada vida de Marguerite Duras rivaliza y se combina con su obra hasta el punto de ser ambas difícilmente comprensibles por separado." 

"Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo. La conozco desde siempre. Todo el mundo dice que de joven era usted hermosa, me he acercado para decirle que e mi opinión la considero más hermosa ahora que en su juventud. Su rostro de muchacha me gustaba mucho menos que el de ahora, devastado. 
(...)
Entre los dieciocho y veinticinco años mi rostro emprendió un camino imprevisto, ese envejecimiento fue brutal. Vi cómo se apoderaba de mis rasgos uno a uno...He conservado aquel rostro nuevo. Ha sido mi rostro. Ha envejecido más por supuesto, pero relativamente menos de lo que hubiera debido. Tengo un rostro lacerado por arrugas secas, la piel resquebrajada. No se ha deshecho...ha conservado los mismos contornos pero la materia está destruida. Tengo un rostro destruido..."


[Fuente: Biografías y vidasmusicaypoesiaEl amante]

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No he leído este libro, pero si unos cuanto de Duras...sin duda El amante es la mejor historia de amor jamás contada para mi gusto, y El dolor tmb es muy recomendable, así como el primer relato de su libro Escribir. Me apunto El parque....grande Duras...

Virginia dijo...

Que bonita historia!

Círculo de Lectura Irène Némirovsky. dijo...

Anoto, 'Anónimo'. Gracias por las aportaciones, amig@s, aportan calidez a este espacio y entusiasmo en quien les escribe.

¡Saludos!

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